El matrimonio si bien ya existía en pueblos como el griego o el germano, su origen como institución legal lo encontramos en Roma. Han trascurrido desde entonces más de 2000 años y lejos de quedarse caduca, en la actualidad sigue siendo un pilar fundamental y base de la sociedad.

Por tanto esta importante decisión debe estar asentada sobre una base sólida y debe ser perfectamente meditada y estudiada.
En personas sin valores son diferentes los motivos que les impulsan a casarse, por ejemplo intereses económicos, o conseguir ventajas sociales como era para la sociedad burguesa, pero para nosotros únicamente debe inducirlo la unión de dos principios fundamentales: el amor, fruto del conocimiento mutuo y de una afinidad tanto en caracteres como en aficiones; y el deseo de perpetuar la comunidad, para lo que se hace necesario que los dos pertenezcan a la misma, o al menos que exista semejanza étnica, pues el caso contrario únicamente destruiría la comunidad.
Los futuros esposos deberían realizar un examen medico para asegurar la salud de la descendencia, y así evitar tener seres enfermos, que solo tendrán una vida triste y desgraciada.
El matrimonio es un compromiso que se acepta con plena libertad, por ello se ha de ser consciente de las posibles dificultades del futuro, y prometer crear un hogar en todas las circunstancias ya sean favorables o adversas. Para una persona que posea la virtud de la fidelidad, esto no será ninguna dificultad, pues posee la capacidad de gobernarse a si misma y podrá dirigir su propia vida.
Pese a que en la actualidad hay muchos países (entre ellos España) en los que se admite la celebración civil de matrimonios homosexuales, o incluso de otras culturas y razas, el Estado únicamente debería admitir los que son contraídos por dos personas de sexo diferente, de la misma cultura y de la misma raza. Esta afirmación la realizamos teniendo como base las mismas leyes de la naturaleza y la complementación del hombre y la mujer tanto física como moral y espiritualmente.
Hoy tan solo la Iglesia se atreve a oponerse a lo que considera como “comportamiento desordenado” y a defender públicamente el matrimonio natural, de cuya unión es la única forma que se puede concebir un niño sin medios artificiales de por medio, afirmando que el niño necesitara para crecer sanamente tanto de un papa como de una mama.
Los cónyuges al contraer matrimonio adquieren una serie de derechos y deberes (fidelidad, respeto, entrega, compartir las cargas, ayudarse mutuamente, etc…) los cuales han de cumplir conjuntamente asumiendo cada cual el papel que por naturaleza debe desempeñar dentro de la unidad familiar, evitando caer en luchas internas, pues no es el uno contra el otro, sino el uno junto a el otro, es decir una unidad.

Cuando surgen desavenencias en el matrimonio lo que deberia hacer el Estado es ayudar a solucionar los problemas conyugales y a restablecer la unidad familiar, pero en lugar de proteger su identidad, en cambio lo que hace es facilitar el divorcio, que gracias a su rapidez hoy lo conocemos como divorcio Express, sin importar los motivos ni las circunstancias que lo impulsen. Esto hace que las parejas que van a contraer matrimonio no piensen seriamente en las garantías del compromiso que van a adquirir, pues saben que podrán rescindirlo en cualquier momento como si de un contrato se tratase.
El divorcio solo debería permitirse en casos extremos en los que claramente solo fuera responsable uno de los cónyuges con el fin de liberar al otro, por ejemplo en casos de alcoholismo, infidelidad o maltrato.
Para garantizar el bien de los hijos y la trasmisión de los valores, es necesario que el matrimonio este unido, y que en el reinen el amor y la armonía, pues lo que bien comienza, traerá buen fruto. En el seno de la familia es donde nacerán y se formarán las nuevas generaciones (que son el futuro del pueblo), que allí aprenderán a desplegar plenamente su personalidad y comenzaran a construir su camino.

Por Ana Vivancos
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