miércoles, 16 de julio de 2008
DRESDE, no caeras en el olvido
Tres días de locura, horror y muerte. El bombardeo de Dresde no tuvo otro nombre. Un crimen de guerra que desgraciadamente no fue declarado como tal porque los que lo realizaron fueron los supuestos “salvadores del mundo”, los que derrotaron y sacaron a la luz todo el holocausto nazi. Pero para ingleses y norteamericanos, Alemania necesitaba un escarmiento. Poco importaba que la guerra estuviera en sus últimos suspiros; que los rusos prácticamente perfeccionaban el asalto a Berlín después de haber cruzado el Oder, o que incluso los occidentales ya hubieran traspasado el Rhin. Poco importó que Dresde estuviera llena de heridos y refugiados de guerra que huían del horror producido en otras ciudades, y que intentaban llegar como podían a Berlín buscando un último lugar donde esconderse. Poco importó que aquel no fuera un punto estratégico importante en aquellos momentos, ni un obstáculo importante en el avance de las tropas.
Era un escarmiento, y una promesa hecha a Stalin durante la Conferencia de Yalta del 11 de febrero que habían de cumplir ingleses y norteamericanos.
Aquel 13 de Febrero de 1945 se ha quedado para la Historia como el del mayor bombardeo registrado sobre una población civil. La ciudad de Dresde fue practicamente aniquilada. Monumentos, puentes, edificios, casas, calles, nada quedó en pie, sólo ruinas y muerte. 35.000 según los ingleses, 350.000 según los alemanes…
Eran las 22,09 h. del 13 de Febrero cuando las emisoras de radio alemanas cortaron su emisión para transmitir los sonidos de alerta de que se acercaban aviones aliados. Nadie pudo pensar que los 9 “mosquitos” (cazas ingleses) de reconocimiento iban a marcar a Dresde como el gran objetivo. Pero lo hicieron delimitándola con bengalas rojas, e iluminando con otras tantas toda la ciudad para evitar errores de los bombarderos.
245 bombarderos sobrevolaron minutos después la ciudad. La lluvia de bombas fue tal, que el único bombardero derribado lo fue porque le cayó encima una bomba lanzada por otro bombardero que volaba por encima suya. Eran las 22,15 h. y bastaron 15 minutos de intenso bombardeo para dejar la ciudad en ruinas. 524 bombas blockbusters, con capacidad de destrucción cada una de una manzana de calles completa, más 1800 bombas explosivas fueron lanzadas en aquel primer ataque. No intentaron esquivar ningún edificio: lo bombardearon todo, incluido hospitales, asilos y escuelas. La ciudad era un desesperanzador lamento de gritos y sollozos. Pero aún, no quedaron conformes.Ya no hicieron falta los aviones mosquitos que les marcaran el objetivo en la segunda oleada de aviones. Eran las 1,30 h. de la mañana. La ciudad estaba en llamas. Socorristas, y ayuda médica habían llegado de ciudades cercanas, pero cuando oyeron los ruidos nuevamente de los bombarderos acercándose ya los tenían encima. Esta vez nadie pudo avisarles porque la ciudad estaba sin electricidad. El número de bombarderos se había doblado. En esta ocasión 550 bombarderos británicos Lancaster sobrevolaron Dresden. Y las bombas que llevaron en esta ocasión eran bombas incendiarias destinadas a hacer el mayor daño posible en los edificios. Se lanzaron nada más y nada menos que 650.000 bombas y 15 kilómetros cuadrados de territorios fueron bombardeados. Con este segundo bombardeo, Dresde, una ciudad que históricamente se había hecho famosa por el arte y la cultura que encerraba quedó reducida a cenizas. De este segundo bombardeo, curiosamente, se guarda una proyección en el Imperial War Museum de Londres.
El caos era total. No había agua, ni alimentos, ni medicinas, ni medios suficientes para apagar las llamas de la ciudad, ni atender a los cientos de miles de heridos. Y sin embargo, el horror no había acabado.A las 12,12 h. del 14 de febrero llegó la tercera oleada de bombarderos que dejó caer otro diluvio de muerte sobre la ciudad. Esta vez fueron 311 bombarderos B-17 de las fuerzas norteamericanas acompañados de cinco cazas. Esta vez cayeron sobre la ciudad 1800 bombas explosivas y más de 126.000 bombas incendiarias. Los cazas que los acompañaban se dedicaron a ametrallar a los grupos de supervivientes que como buenamente podían, escapaban de la ciudad.
A las 10,15 h. del día 15 de febrero se desplomó finalmente la Iglesia de Frauenkirche, el símbolo de la ciudad. Pero aún así, aún hubo un último ataque aéreo de menor consistencia esta vez. 211 B17 estadounidenses arrojaron otras 460 bombas incendiarias más.
Aún después de auqellos días, el horror continuó, pues los incendios tardaron varios días en apagarse y los muertos se acumulaban en las calles. A la nube tóxica producto de los vapores de las bombas, el fuego, las cenizas, la falta de aire respirable, se unía el riesgo de enfermedades. El 25 de febrero, 3.865 cuerpos tuvieron que ser incinerados, sin identificar, en la actual plaza del mercado viejo. 25.000 fueron enterrados en el cementerio.
Un dato más: Arthur Harris fue el “lúcido” inventor de este tipo de bombardeos: los bombardeos masivos contra poblaciones civiles para menguar la moral del enemigo e imponer el terror. Inglaterra le concedió el título de Sir por su enorme “valía”…
Dresde, la conocida como la “Florencia del Elba” por las muestras del Renacimiento y el Barroco que podían verse en sus calles desde la Edad Media, lo había perdido todo.
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1 comentario:
Exaltáis Dresde y os olvidáis de Gernika: hijos de puta!
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